


Podría en lo que he vivido en ella en lo que la he recorrido, en lo que a diario leo y escucho, que no hay una sola "Cartagena de Indias", que para cada conciudadano de esta urbe, sé exi


Mientras hay una Cartagena que brilla y vive y se resarce en las bondades del turismo y que el mundo admira en las postales, hay otra que muestra los peores indicadores de pobreza del país, con la mayor
población desplazada de la Costa Caribe, refugiados de la guerra del sur de Bolívar, la misma con índices de analfabetismo superiores a los de otras ciudades capitales, la Cartagena en la que niños y niñas se venden para poder comer, la que no se muestra en ninguno de los volantes de los paquetes turísticos y que recibe de este solo la escoria extranjera, incentivando la trata de personas, prostitución infantil y drogadicción.
Así como hay una Cartagena en la que es posible pagar hasta un millón de pesos por una noche en un hotel cinco estrellas, hay otra donde los niños se mueren de hambre o de difteria, pues carecen de los mínimos servicios básicos como atención médica, agua potable y luz el
éctrica. Mientras hay una ciudad exhuberante de canutillos y lentejuelas, que en cada noviembre muestra su cara más amable, hay otra que se quedó anclada en el pasado y agoniza en medio de sus miserias. Mientras allá la prosperidad se mete por las ventanas, en los niños no tienen futuro, mientras allá se construyen torres de hormigón y mármol, en la otra están los techos de cartón.
Pero también hay una Cartagena pujante de gente emprendedora, orgullosa de su ciudad, de su corralito de
su cultura y tradición, que en su impulso trata de contrarrestar el hoyo negro, de la Cartagena aislada, pero que vive en el corazón del centro de la ciudad cada noche. Una Cartagena que les da albergue a todos los que queremos hacer por ella, una Cartagena que forma, educa, y que propone su fuerza para construir la ciudad que queremos, para que juntos y con ganas todos jalonemos y logremos la meta de construir una sola Cartagena, la que soñamos.

Así como hay una Cartagena en la que es posible pagar hasta un millón de pesos por una noche en un hotel cinco estrellas, hay otra donde los niños se mueren de hambre o de difteria, pues carecen de los mínimos servicios básicos como atención médica, agua potable y luz el

Pero también hay una Cartagena pujante de gente emprendedora, orgullosa de su ciudad, de su corralito de


Maria Mulata
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